Trump y su absurda y suicida contienda comercial

Nos hemos ya referido a este tema en otras ocasiones. Pero por su envergadura y efectos globales, la guerra comercial en curso se impone seguir comentándola.

No es asunto de poca monta y nos concierne a todos en el planeta aunque no lo percibamos así, sumergidos como estamos en nuestros problemas particulares.

Para la gente de a pie, este tema es distante, cuando no, hasta cierto punto incomprensible. No está presente de manera evidente en sus preocupaciones cotidianas.

Pero al profundizar en estos asuntos, sí se puede determinar que aquel problema tiene incidencia en nuestras vidas y bolsillos, y que tarde o temprano nos alcanzará. El acceso a materias primas y bienes de capital, y a productos de consumo masivo, lo da el comercio, que ya no es solo doméstico sino global, y si en éste se producen disfunciones o distorsiones, las economías se verán perjudicadas en una u otra medida.

Las conexiones múltiples entre ambas situaciones, la general y la individual, son claras. Y en las económico-comerciales, sobre todo, más evidentes.

Entre las sociedades de nuestro mundo, la interdependencia global económica, cultural y política es un dato insoslayable; no alcanzaremos a comprender a cabalidad esa realidad si no vemos en acción tales vínculos.

De ese complejo entorno, la dimensión económico-comercial, caracterizada por amplios flujos de intercambio de mercancías, servicios y capitales, en un mega-espacio en el que de una u otra manera los países se entrelazan, en igualdad de condiciones o asimétricamente, cooperando o rivalizando, integrándose en bloques o bilateralmente, a distintas velocidades, demanda acciones conjuntas, negociadas, consensuadas, para acometer los problemas que nos afectan y formular las necesarias soluciones.

El gobierno de Trump pareciera no entender la imperiosa necesidad, no solo del mundo en general sino también de su propio país, de mantener y reforzar los lazos que sustentan el orden mundial construido por más de medio siglo por EEUU y sus aliados. Este mundo, hoy por hoy, enfrenta amenazas para todos, en especial, para las democracias y su seguridad.

Es incomprensible que desde dentro del mundo occidental se conspire contra sí mismo, contra la institucionalidad que se levantó para solventar los problema de la paz, la seguridad y el bienestar.

Trump pareciera incapaz de reconocer y valorar a los socios más cercanos de su país, con los que ha compartido alianzas, políticas e iniciativas políticas, económicas y militares, y, de paso, los consecuentes beneficios.

Sin duda, su deriva inconducente está poniendo en peligro la estabilidad global, y en el ámbito económico se está concretando en una absurda guerra que generará muchos perjuicios, no sólo para los directamente envueltos en ella.

Encarar la economía mundial con el trasnochado y suicida proteccionismo comercial, que sólo pretende tomar en cuenta el provecho económico desde los intereses de un solo país, en términos de una relación suma cero, es lo mismo que enfrentar, en política internacional, los autoritarismos con doctrinas anacrónicas como la del mexicano Estrada de comienzos de los años treinta del siglo pasado, la cual significaba voltear hacia otro lado, o encerrarse sobre sí mismo ignorando los desmanes que cometen otros gobernantes contra sus pueblos, amparándose en el principio de no intervención, hoy ya superado por los avances del Derecho Internacional en materia de Democracia y DDHH.

La guerra comercial atenta, sin duda, contra la institucionalidad que se ha puesto en práctica para ordenar y canalizar todo lo concerniente al comercio mundial. Es, por tanto, un golpe a lo que ha significado la creación de la OMC, la actitud insólita asumida por el gobierno Trump al desencadenar un guerra comercial, a todas luces lesiva.

Ya no es un puñado de productos los afectados por esta guerra, está superando el número de 10.000. El problema no es solo con China, es también con Europa y otros países.

Pero más allá de los estropicios económicos que pueda generar esta situación, el daño institucional y en términos de gobernanza global que trae consigo, será lo más grave.

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